No obstante, Águila Manchada no murió en ese risco solitario. Las águilas se acostumbraron a él, y las águilas adultas les traían suficiente comida: conejos, perros, gallinas, las que él compartía con los dos pichones.
Tal vez fue su medicina de águila, que portaba en el bolso de piel que colgaba de su cuello, la que hizo que las águilas lo aceptaran. Aún así le resultaba muy complicado permanecer en ese risco. Era tan estrecho que debía atar la cuerda alrededor de su cuerpo y a una pequeña piedra saliente para evitar caerse mientras dormía. De esta manera, transcurrió incómodamente unas semanas. Después de todo, él era un ser humano y no un pájaro que podría llamar hogar a una piedra salida en un despeñadero.
Cuando las pequeñas águilas aprendieron a volar, el joven guerrero exclamó:
-¡Qué será de mí! Una vez que los pichones hayan dejado el nido, las águilas adultas no traerán más comida.
Luego, sientiendo una inspiración, se dijo a sí mismo:
-Tal vez muera.Sí, ss muy posible que muera. Pero no voy a quedarme sentado a esperar a que eso pase.
Águila Manchada tomó su pequeña pipa de su bolso medicinal, lo levantó hacia el cielo y oró:
-Wakan Tanka, Onyimala ye. Gran Espíritu, escúchame. Tú creaste al hombre y a su hermana, el águila. Tú me has dado el nombre del águila. Trataré de volar junto a ellas. Deja que me ayuden.
Inhaló el humo de su pipa y comenzó a sentir un sentimiento de confianza que iba creciendo. Tomó una de las patas de cada águila y les dijo:
-Hermanas, me han aceptado como a un igual. Ahora, viviremos o moriremos juntos. Hoka-Hey! -y saltó por el acantilado.
Mientras estaba en el aire, pensó que tal vez se estrellaría contra el suelo, pero con los fuertes aletazos de las dos águilas, descendieron suavemente y los tres aterrizaron a salvo. Águila Manchada les dedicó una oración de agradecimiento a las fuerzas superiores. Luego, agradeció a las águilas y les prometió que algún día volvería para traerles regalos y ofrendas en su honor.
Águila Manchada regresó a la aldea. El entusiasmo era grande. Había muerto y vuelto a vivir. Todos le preguntaban cómo era que no estaban muerto, pero él no decía nada.
-Escapé -decía. -Eso es todo.
Vio a su amada casada con su traicionero amigo y tuvo que soportarlo en silencio. No era su tarea la de traer conflicto y enemistad a su pueblo, colocar una familia contra otra, sino todo lo contrario. Por otra parte, lo sucedido no podía deshacerse. De este modo, aceptó su destino.
Poco más de un años después, un gran grupo de Pahani atacó la aldea. Los enemigos sobrepasaban en número a las filas de los Siux, con lo que el grupo de Águila Manchada no tenía posibilidad de salir victorioso en esta batalla. Lo que los guerreros podían hacer era combatir por la retaguardia para ganar tiempo para que los ancianos, las mujeres y los niños escapen hacia el otro lado del río. Protegiendo así a su pueblo, el grupo de Siux combatió valientemente, atacando a su enemigo una y otra vez, obligando a los Pahani a detenerse y reagruparse. En cada oportunidad, los Siux retrocedían un poco, tomando una nueva posición sobre una colina o detrás de un barranco. Peleando de este modo, consiguieron proteger a sus familias.
Allí estaban Águila Manchada y Cuervo Negro, mostrando su gran coraje, con sus cuerpos abiertamente expuestos, y en el final, sólo quedaban ellos dos luchando contra el enemigo. Repentinamente, el caballo de Cuervo Negro fue alcanzado por varias flechas y cayó muerto al suelo.
-¡Hermano, perdóname lo que te he hecho! -le rogó a Águila Manchada. -Déjame montar en tu caballo junto a tí.
Águila Manchada le contestó:
-Tú eres miembro del Clan Zorro. Portas la faja de zorro distintiva del Clan. Clava tu faja en el suelo en señal de que pelearás hasta el final. Si sobrevives, te perdonaré. Y si mueres, también te perdonaré.
Cuervo Negro le respondió:
-Yo soy Zorro. Clavaré mi faja en el suelo. Venceré o moriré aquí mismo.
Cantó su canción de muerte. Peleó tenazmente. Fue herido por las lanzas y las flechas enemigas. Murió como un guerrero y muchos Pahani murieron junto a él.
Águila Manchada fue el único en ver la última batalla de Cuervo Negro. Luego se reunió con su pueblo, que se había instalado cruzando el río, sitio seguro a donde los Pahani no los buscarían.
-Tu esposo murió como debía -le dijo Águila Manchada a Pájaro Rojo.

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