-Nos alimentaste -le dijeron -y te lo agradecemos. Pero, ¿cómo conseguiremos salir de aquí?
-No se preocupen -dijo Coyote. -Voy a matar al gigante de una puñalada en el corazón. ¿Dónde está su corazón? Debe estar por alguna parte...
-Mira ese volcán, resoplando y latiendo -señaló uno. -Quizá ese sea el corazón.
-Sí, mi amigo -dijo Coyote, y comenzó a apuñalar la montaña.
El gigante habló:
-¿Eres tú, Coyote? He oído hablar de ti. No sigas apuñalándome, déjame en paz y te dejaré salir por mi boca, la abriré para ti.
-Voy a irme, pero todavía no -dijo Coyote, golpeando fuerte en el corazón.
Les dijo a todos que estuviesen preparados.
-Cuando el gigante agonice, habrá un terremoto. Abrirá sus fauces para exhalar su último suspiro y luego su boca se cerrará para siempre. Así que prepárense a correr.
Coyote cavó un hoyo profundo en el corazón del gigante y comenzó a bullir lava. Era su sangre. El gigante gruñó y la tierra tembló bajo sus pies.
-¡Rápido, ahora! -gritó Coyote.
La boca del gigante se abrió y todos escaparon corriendo. El último en salir fue un arbusto. Los dientes del gigante se cerraban sobre él, pero Coyote consiguió sacarlo en el último momento.
-¡Mírame! -gritó el arbusto. -¡Quedé aplastado!
-Sucedió mientras te sacaba -le explicó Coyote. -De ahora en más serás un arbusto petiso. Alégrate de estar vivo.
-Supongo que me tendré que acostumbrar -dijo el arbusto, y así lo hizo.




Basado en una historia registrada por Louisa McDermott en 1901.

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